miércoles, 18 de agosto de 2010

Destellos de una muerte no anunciada

Escarbando entre aquellos escombros de recuerdos, siento la gran tentacion de jugar con lo que una vez condeno a mi bienestar, la  solemne y resentida resaca del pasado.
A traves de diminutos espejos diviso una suerte de red entre aquellos arboles que se veian añejos bajo la sombra del sol. Siguiendo el aterrador camino de lo que pudo ser y entre pestañeo y pestañeo de asombro por la inmensidad del paisaje que se aproximaba, logre ver que todo ojo debe de cerrarse para volverse a abrir.
Todo lo que se creía un recuerdo, no era mas que la esencia de aquella cara que me mostraba el ahora.
Fue aquel drástico reloj que con su segundero vistió a la triste silueta de la comprensión; que con su sensual correr hizo desnudar a la tentación dejando solo secas lagrimas de amor.
Sucias marcas de humedad eran las que acechaban al techo de la ilusion, eran las gotas de vino las que en este momento habían decidido eludir a la copa que me solía embriagar de felicidad.
Fue sin mas que las frias manos del mas allá eligieron a mi mejilla derecha para tocar. En forma de caricias se presentaron aquellas astillas que una vez latidas se dedicaron a  pintar con barba a mi rostro.
Aquel dulce amargo sonido latia en mi corazón, fue esa tonta melodia de pasion la que a mi ser encerró, la que mi corazón desmintió y la que mi cuerpo sufrió por aquella extraña interferencia en la sintonia de mi canción.
Lamiendo el dulce rostro de la liberacion peligra lo que mi mente reflejo en forma de corazón. Era empalagoso el sabor que me demostró la infinidad de aquel unico jardin que sin mapa, todos solemos buscar, aquel que sin cuidar nos sigue enseñando a cantar.
Sin miedo alguno de recibir la feroz mordida del azar, apuesto todas las fichas de la felicidad y sorprendo en un todo o nada a la belleza que solo la suerte me ha sabido demostrar.

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